La terraza mas jazzy de Madrid |
Una melodía de un saxo afónico pero bien tildado
salía de una ventana a lo lejos. La brisa de la mañana otoñal movía suavemente
los visillos tal los cuales una figura majestuosa seguía haciendo sonar escalas
que se dispersaban con el viento por encima de los tejados de la ciudad:
Madrid. Tras unos días de una inusitada calma que se había extendido por toda
la ciudad como en un cuadro de Antonio López, esta lentamente volvía a
recuperar su pulso a golpe de do, re, mi, fa.
A galope del fa desde una perspectiva
de dron la sabanas se secaban en las cordadas de los patios interiores y los
mercados volvían a brillar con las frutas de vuelta de Rusia.
Las cancelas plegaban sus grafitis
escondiéndolos en sus oscuros rollos ocultos y las puertas se abrían con un seco
chirriar para dar paso a la supuesta efervescencia de una clientela que un
tiempo atrás estuvo habida de consumo pero ante la soledad de sus monederos no
podía mas que consumir lo imprescindible.
La mugre se había convertido en el
lienzo de un pasado de esplendor. Las papeleras rebosantes son las esculturas
de la ciudad y los auriculares ensordecidos ante la falta de crédito vuelven a
llevar a las masas al lugar del que nunca debieron salir. La música en directo
era ya el único bien del que podía disfrutarse en pequeños lugares a los cuales
los músicos asistían como un rito para celebrar la única fiesta ya posible.
El fa desciende suavemente tras
recorrer la Gran Vía y al entrar en la Plaza de España revolotea juguetón
dándole una vuelta a Don Quijote y Sancho Panza a modo de reverencia y como
señal inequívoca de que su lugar ya esta cerca. En frente, una pequeña calle.
Algunos la suelen llamar “la de las estrellas” otros “la de los cines”. El fa
la enfila y a pocos metros de su inicio encuentra su anhelado destino: El
Plaza Jazz Club ha abierto sus puertas de nuevo.
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